La etapa de hoy ha sido un tanto especial por
diferentes razones. La primera de ellas y la principal es que ha estado
condicionada por la concentración VIDA AL CICLISTA que se había convocado a las
12:00 horas en el Suspiro del Moro. Concentración reivindicativa y de llamada
de atención ante los numerosos accidentes que se viene produciendo año tras año
y que afectan al todo el colectivo ciclista sea de carretera como
desgraciadamente también al de montaña. Sobre un centenar largo de compañeros
nos dimos cita, se hizo un corte simbólico de carretera mientras duró la
lectura del manifiesto VIDA AL CICLISTA y se guardó dos minutos de respetuoso
silencio por los compañeros muertos. Para muchos se nos puede antojar que todo
esto es casi nada en comparación con las vidas truncadas o malheridas, apenas
20 minutos pero desgraciadamente más vale esto que no hacer absolutamente nada
y contemplar impasibles como el asfalto acaba con una vida o como un cable
rebana las ilusiones de un fin de semana.
Lo importante es que esto es un primer paso,
paso que debería de tener respuesta en quien tiene la autoridad administrativa
(la moral la tenemos todos nosotros y de sobra) para poner freno de una vez
ante tanta desidia pero mucho nos tememos que la libertad de expresión para
denunciar tanta tropelía solo queda en eso, en derecho al pataleo para que nada
cambie. Cierto es que la reglamentación ha cambiado, que ha habido mejoras
teóricas y de protección al colectivo ciclista pero los hechos demuestran que
no es suficiente porque los muertos siguen contabilizándose año tras año: seas
un usuario normal, un Cicloturista, un máster o un profesional la guadaña de
las cuatro ruedas campa a sus anchas.
Y esta lacra por desgracia también se está
extendiendo a un reducto que parecía protegido como la bicicleta de montaña.
Cuantos compañeros dejaron la carretera para disfrutar por el monte bajo la
premisa de la seguridad, cuantos buscaron refugio en este supuesto paraíso y
ahora resulta que entre clavos,
socavones tapados con maleza, alambres de lado a lado y demás perlas que
parecen extraídas de la guerra del Vietnam que es otro infierno, otra
pesadilla, otra ruleta rompe ilusiones.
Y lo más gracioso de todo es que los
causantes de todo esto son personas que por razones que solo ellos pueden
entender salen de rositas, con una sanción de risa cuando son pillados
conduciendo hasta los ojos de drogas, o de alcohol, o con el móvil o
sencillamente no le daba la gana esperar a poder adelantar con seguridad. Me
viene a la mente la famosa canción de Manolo Escobar donde decía “adelante hombre del seiscientos,
la carretera nacional es tuya” todo un
presagio, toda una apología para hacer de la carretera un campo de
cadáveres.
Esto solo tiene una solución, y es la de una
buena educación vial desde la escuela, para nada sirven las autoescuelas que
solamente son expendedurías de carnet al peso, al peso de euros claro.
Asignatura obligatoria la educación vial y con peso comparable a matemáticas o
lengua o idiomas. No se puede pretender que en dos meses de autoescuela salga
una persona preparada, para lo único que sale preparada es para ser carne de cañón.
En fin, la vida sigue, mañana saldremos de
nuevo a la carretera o al monte a intentar disfrutar de esta pasión por las dos
ruedas, desgraciadamente el casino está abierto las 24 horas y la bola negra no
para de dar vueltas, pero nosotros somos más fuertes y terminaremos ganando la
batalla porque no podemos concebir ni debemos permitir que nos encierren en una
reserva.
Dos pinchazos, paradas continuas, hora y
media de agua cayendo sin parar y para colmo aire pegándote de cara, así
podíamos resumir lo que ha sido la etapa deportiva del día de hoy. Como diría el francés: C’est la vie.
El domingo que viene más.
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