Hoy no era día para la bicicleta,
para la bicicleta entendida desde el punto de vista cicloturista. Una hora
antes de la salida ya estaba lloviendo, el aire en el pueblo no se notaba pero
una vez fuera del abrigo de las casas las rachas eran intensas, a lo lejos no
se divisaba nada más que una densa nube amenazante. Bajo estas premisas y
ajenos a todos estos indicios negativos hacemos cola para recoger nuestros
dorsales albergando alguna esperanza de que el tiempo mejore, de ilusión
también se vive.
Nos cuesta salir del
polideportivo porque son numerosos los amigos que nos encontramos y la charla
nos retiene más de la cuenta, hasta que el tiempo se nos echa encima y vamos a
los coches para terminar de vestirnos y preparar todo el material. Es una lucha
entre la razón y la ilusión, entre el agua y el frio contra la comodidad de la
ropa caliente y un techo donde cobijarse.
Con todas esas, salimos y
llegamos tarde a la salida, con casi 20 minutos de retraso, pero no pasa nada,
da igual, ni lo pensamos y allá que nos metemos en el vendaval que de buenas a
primeras nos da en toda la cara nada más dejar las últimas casas de Alfarnate.
No hay rebufo posible, no hay protección, el aire es muy fuerte y los apenas 4
km de subida del Puerto del sol por el lado fácil se hacen eternos.
Si la subida fue difícil por el
viento, la bajada del Puerto del Sol con una niebla que no se veía a más de
diez metros y con la carretera totalmente mojada fue de película de terror. No
sabemos cómo bajaría el pelotón, lo que sí sabemos es como bajamos nosotros:
rezando en cada cuerva para no irnos al suelo y que no viniera ningún coche de
frente, siete kms donde los frenos eran nuestro mejor amigo.
Terminado el descenso, un pequeño
falso llano para tomar un poco de calma y relajar las manos, el aire parece que
amaina un poco y la niebla deja paso a unas nubes altas sin lluvia, parece que
el tiempo mejora, por fin un atisbo de esperanza. La carretera sigue mojada y
el descenso se hace más pronunciado, hay que controlar la velocidad porque las
largas rectas hacen que la bicicleta se lance, precaución, estamos todavía en
tramo neutralizado.
Cerca del cruce de Zafarraya
vemos los coches parados y una ambulancia, mal asunto, pasamos cerca, nos vemos
nada raro y seguimos, más adelante cuando ya nos agrupamos todos no enteramos
que han habido dos o tres caídas, una de ellas nos dicen que con fractura de clavícula,
otro compañero lo tenemos delante nuestra con todo el lateral derecho raspado. Y era el tramo neutralizado ¡¡.
Casi media hora estamos parados
porque la única ambulancia que había tuvo que llevar al herido más grave. Por
fin después de una larga espera se da la salida cronometrada, apenas contamos
cien unidades de las cuatrocientas inscritas.
El puerto del boquete se sube a
buen ritmo, el aire nos ha dado una
tregua no en su intensidad pero si en su dirección y ahora lo tenemos
como aliado. Nos ventilamos el puerto y la moral crece, dichosa ingenuidad, pasado el pueblo
de Zafarraya se acaba la tregua del aire y como si quisiera dejar su autoridad
empieza el castigo a bases de rachas que no se saben por dónde vienen, da igual
para donde mires, estamos metido en una especie de remolino.
La lluvia también hace acto de
presencia y el descenso hacía la cota del Alazores se vuelve peligrosa, es difícil
manejar la bicicleta, no te puedes soltar de manos para beber agua. Cuando
hacemos el giro dirección oeste el viento se hace mucho más fuerte, el manejo
de la bici se hace casi imposible, es una locura. El descenso hacía Alfarnate
se hace eterno sorteando las curvas mojadas y el aire pegando por todos lados.
Y eso es lo que no espera hasta Colmenar a no ser que la razón nos baje a la
cruda realidad. Hoy no es día de bicicleta. El cruce de la antigua venta de
Alfarnate nos brinda dos caminos: a la izquierda la razón y de frente el
infierno. Hoy no es día de bicicleta. Bastante ya hemos tenido y sin caernos,
otro día volvemos.
Pero no todo va a ser negativo,
nos quedamos con el ambiente, con las miradas cómplices, con todas aquellas
personas de la organización que se han volcado en ofrecernos lo mejor, con
aquellos amigos que volvemos a encontrarnos, con aquellos otros que sin haber
estrechado la mano aún son capaces de reconocerte y darte ánimos al pie de la cuneta,
en pleno fragor oímos: “ole esos ciclistas de Chauchina”, nada más que por eso
merece la pena el esfuerzo, gracias Manu Mac ¡¡.
P.D. El año que viene volvemos a
saldar la deuda.
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